Sus hijos le preguntaban por su color favorito y él decía que el blanco. “No es un color”, se quejaban. “No”, decía él, “es la suma de todos”. Arquitecto de la luz y la pureza, autor del MACBA de Barcelona, Richard Meier sigue transformando su ciudad, Nueva York.
e trata de 15 plantas de cristal y metal blanco en el número uno de la Grand Army Plaza de Brooklyn. Una caja desnuda y ligera, en apariencia transparente, exenta de la piedra que cubre los edificios vecinos. Dos alas de seis pisos de altura le crecen en los flancos y más de cuarenta terrazas de distinto tamaño se abren ordenadamente en sus cuatro costados. Es la última obra de Richard Meier: un bloque de 96 lujosos apartamentos con el que este arquitecto retoma la búsqueda del equilibrio entre contexto y estilo que emprendió hace más de cuatro décadas.
Un viaje en metro de una hora, del Brox a Brooklyn, conecta 40 años de trayectoria de Meier
Su escala y su dimensión pública le alejan del resto”, dice el crítico Kenneth Frampton
“¿Por qué se trabaja en un ambiente más agradable que en el que se vive?”
Hace 25 años, cuando recibió el premio Pritzker, el galardón más prestigioso de arquitectura, Meier habló de una discusión que mantenía con sus hijos. Los niños le preguntaban con insistencia cuál era su color favorito. Él les contestaba invariablemente que el blanco, provocando airadas quejas porque el blanco “no era un color, no estaba en el arco iris”. Meier les explicaba entonces que era la suma completa del espectro, “el color que bajo la luz natural refleja e intensifica la percepción de todas las sombras y tonos”.
Si Le Corbusier fue el primer arquitecto en hacer del blanco su bandera, Meier tomó este estandarte con renovada fuerza. “Trabajo con la superficies y los volúmenes, manipulo las formas y la luz, los cambios de escala y la vista, el movimiento y la quietud. Mi orden tiene que ver con la pureza”, explicó en una conferencia pronunciada en Harvard en 1980.
Texto completo e fotos vía El País.
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