CRÓNICA ÍNTEGRA DA VISITA RELIZADA A SANTIAGO DE COMPOSTELA REDACTADA POLO MARIÑEIRO LUIS.
"La mar calmada, el cielo gris, Poseidón estaba de nuestro lado en esta travesía. La tripulación, tres valientes chicas y dos arriesgados muchachos, bajo el mando de nuestro valeroso capitán, nos enzarzamos en una arriesgada aventura de desconocido fin por tierras abruptas en busca de un antiguo tesoro románico.
El viaje fue tranquilo y sin complicaciones. Mientras el oleaje acariciaba el navío, nuestro capitán nos explicaba la situación de nuestro siniestro destino.
Nuestro capitán era un marinero experimentado. Se dice que en tiempos fue pirata, un terrorífico pirata, a su lado el pirata de Espronceda sería un simple monaguillo. Pero eso son habladurías, y aunque fuesen ciertas, ahora poco importaban. Todos confiábamos en nuestro capitán, que si bien no poseía ninguna medalla de honor, lucía un rostro demacrado, huella de la experiencia.
Por algún motivo que no nos quiso confiar el capitán perdió su barco, pero se las ingenió para que una embarcación de buenos samaritanos nos llevase al capitán y a nosotros cinco a nuestro destino. Ese barco no tenía ni un camarote en buen estado, olía mal y su tripulación era indisciplinada y alborotadora, pero gracias a ellos conseguimos llegar a nuestro objetivo.
Al desembarcar los cinco nos encontrábamos cansados por la incomodidad del barco pero deseosos de cumplir con nuestra misión y aliviados por haber abandonado el hedor de la nave y poder respirar aire puro. Nos despedimos y nos separamos de la alocada tripulación del barco, aunque sabíamos que tendríamos que regresar al hogar con ellos si no encontrábamos otro medio. Después de caminar un rato por las nuevas tierras, perdido ya de vista el barco y contemplando las edificaciones, plazas y gente que habitaba el lugar, una de las muchachas, Sandra, preguntó:
- ¿Dónde estamos, capitán?
- En Santiago de Compostela.
Santiago de Compostela, así que esta es la cuna de los peregrinos, capital de Galicia, escondite del tesoro… En ese momento el capitán desenrolló un antiguo papiro y dijo:
- No tengo muy claro donde puede encontrarse el tesoro, parece que tendremos que visitar varios lugares. Conozco esta ciudad, no os preocupéis, no nos perderemos. Vamos.
Y sin más dilación comenzamos la búsqueda del tesoro.
PRAZA DO OBRADOIRO.
El primer lugar al que nos llevó fue la Praza do Obradoiro, una gran, GRAN plaza en la que la mirada se dirigía directamente a un edificio espectacular, majestuoso… la Catedral de Santiago de Compostela, cuya fachada barroca me impresionó, aunque no tuve la oportunidad de verla de cerca, ya que estaba prohibido el paso a la puerta. Grupos de extranjeros de aglomeraban para contemplarla y fotografiarla, ajenos a otra gran arquitectura que se podía ver desde la parte de atrás de esa plaza: la Iglesia de San Fructuoso o Igrexa da Baralla, porque coronándola se pueden ver estatuas de los cuatro palos de la baraja española: copas, oros, bastos y espadas.
Otra obra que se puede ver es, enfrente a la Catedral, el Pazo de Raxoi, un edificio en el que resalta la forma horizontal, y en cuyo frontón puede verse una escultura de Santiago matando moros, por lo que recibió el seudónimo de Santiago Matamoros.
PORTADA DE PRATERÍAS.
En la Praza do Obradoiro no encontramos nada. Siguiendo a nuestro capitán nos dirigimos a una gran fachada situada a la izquierda de la catedral, la Portada de Praterías. Pero antes de llegar, nuestro capitán nos enseñó un edificio barroco, aparentemente de viviendas, pero ¡Tenía menos de 3 metros de profundidad! ¿Cómo iba a vivir alguien ahí? Nos explicó que la Casa do Deán era simplemente fachada, la única utilidad que tiene es la de adornar, hacer bonita la plaza. Extraño, pero bien pensado.
Y llegamos a Praterías. El arte Románico no es mi pasión, pero me gustaron varias cosas como el David tocando una vihuela, los canecillos, con formas de animales y obscenidades, representando los pecados, que deben dejarse fuera para entrar en el “reino de la luz” que sería la iglesia, los leones que custodian la entrada… Grandes ejemplos de la escultura románica.
CATEDRAL DE SANTIAGO.
Tras contemplar la puerta, entramos. Mi primera impresión fue que era muy grande, pero me equivocaba, lo que yo estaba viendo era uno de los brazos cortos de esta iglesia con planta de cruz latina, pero es que cuando fuimos a la nave principal no solo me pareció muy grande, sino ENORME. Dimos toda una vuelta, viendo los frescos de las ábsidas, las capillas, las esculturas y… oro.
- ¡El oro, capitán! ¡El oro! ¡Allí lo tenemos! ¡Corramos!
- No tan rápido, joven. Eso es el retablo de la Catedral. Es un tesoro, sí, un tesoro bastante feo y hortera, pero no es el que nosotros buscamos. Si queréis podemos pasar y verlo.
Y pasamos. Y el capitán tenía razón, era hortera. Tanto lujo, tanto brillo… demasiado “cargado”. Mis compañeros hicieron un ritual que consiste en abrazar una estatua del apóstol. Yo me distraía pensando: Cuanto oro…
Pero el capitán dijo que ese no era el tesoro y debíamos seguir buscando. Llegamos entonces al Pórtico de la Gloria, la estrella de la catedral, el cenit de la escultura románica, una visión del juicio final y el infierno diseñada por el Maestro Mateo. Digo “la estrella de la catedral” porque había una enorme aglomeración de gente a su alrededor, que aunque deseaban dar el cabezazo típico con el parteluz, no pudieron hacerlo porque está en restauración. Se siente.
Tras eso, y todavía sin rastro de nuestro tesoro, nos fuimos de la catedral.
UN PASEO POR SANTIAGO.
Estábamos hambrientos, el cielo se pintó de azul y el sol nos atosigaba, pero el capitán no parecía rendirse, tenía una insistencia digna de Ahab, pero esta vez en lugar de una gran ballena blanca nuestro objetivo era un tesoro.
Siguiendo las indicaciones de su mapa, el capitán nos condujo por las calles de Santiago DC. Durante nuestra caminata pudimos ver edificios como el antiguo seminario que no estaba abierto al público, pero gracias a la labia de nuestro capitán pudimos entrar y echar un vistazo. Dentro había un cuidado jardín descubierto rodeado por una columnata que sostenía el edificio.
Al cabo de un rato salimos. Nos dirigimos al mejor ejemplo de barroco de placas compostelano: El Convento de Santa Clara, un edificio con una fachada muy singular que simula una serie de piezas como decoración y arriba de todo tiene un gran cilindro de piedra. El edificio, gracias a la decoración, parece estar torcido hacia delante y da la impresión de que el cilindro va a caer en cualquier momento. Una preciosidad, en mi opinión.
Pero el hambre aprieta, y el mapa parece no llevar a ningún lado, ¿De donde lo habrá sacado? ¿No se da cuenta el capitán de que estamos dando pasos en falso? Él mantiene su actitud hierática, pero nosotros ya mostramos serios indicios de agotamiento, que mezclados con el hambre hacen que empecemos a dudar de la veracidad de ese mapa, y por tanto de nuestro capitán.
- Señor.
- Dime.
- Tenemos hambre, señor. ¿Cuánto tiempo más vamos a dar vueltas tontamente?
Me miró seriamente y me arrepentí de haberlo dicho, pero cambió su seria cara y mostró una sonrisa.
- Solo una visita más y vamos a comer algo.
Gracias a dios. Anduvimos y anduvimos, y por fin llegamos al último sitio antes del almuerzo: el Museo do Pobo Galego. Como el seminario, este también tenía un jardín rodeado por un edificio. Pero en este momento yo tenía una necesidad.
- Señor, voy un momento a los aseos.
- De acuerdo, te esperamos aquí, no tardes.
Entré y salí lo más rápido que pude, pero cuando ya estaba fuera ¡Los demás no estaban! ¿Se habían ido sin mi? ¿Se había enfadado el capitán por lo que dije antes y había decidido abandonarme y partir sin mi? ¡Estoy perdido!
- ¡Eh, estamos aquí!
- ¡Ah!
Corrí aliviado al ver que se encontraban en una habitación contigua, pero allí faltaba gente, estaba el capitán solo.
- ¿Y los otros?
- Mira arriba.
Al alzar la vista vislumbré tres escaleras de caracol, tres, no una ni dos, sino tres que parecían subir al cielo y perderse entre las nubes. Los demás miembros de la tripulación estaban arriba de todo, saludando con los brazos alzados. Era el Convento de Santo Domingo. Automáticamente se me evaporaron el hambre y el cansancio, y subí corriendo por unas escaleras, no parecían muy seguras, pues los escalones no estaban juntos uno con otro, sino que había espacios entre escalón y escalón, y no había nada por debajo que los sujetase, daba miedo subir por ahí. Pero lo peor fue que me equivoqué de escaleras, subí por las que no eran y no llegué a arriba de todo, así que tuve que bajarlas de nuevo y subir otras, que por suerte, eran las correctas. Desde arriba se veía mucho más alto que desde abajo y la verdad es que daba vértigo y miedo estar a esa altura sobre unos tablones de madera que no parecían muy seguros, pero no hubo ningún accidente y salimos de allí sanos y salvos.
Por fin desayunamos. Pero nuestro capitán no nos dejó ni un minuto de descanso. Creo que se obsesionó con el mapa, pues no separaba la vista de él.
Mientras desayunábamos nos llevó a ver una iglesia, la Iglesia de San Martín Pinario, cuyas escaleras eran una novedad en la arquitectura de la época.
Cerca de la facultad de Geografía e Historia, vimos una exposición de altares de iglesias y fotografía moderna. El tesoro seguía sin aparecer.
Por último, cuando ya el agotamiento era superior a nuestra voluntad, el último trazo marcado en el mapa señalaba a un edificio. En ese edificio se encontraba una exposición de cuadros de Sorolla. No dudamos ni un segundo en entrar, ahí tenía que estar el tesoro.
Dentro pudimos ver muchas obras de este consagrado pintor, algunas me impresionaron (nótese el juego de palabras) y otras no tanto, pero siempre es agradable ver famosas obras de arte, y es un prestigio verlas en directo.
LA DESPEDIDA.
Ha sido un apasionante viaje, agotador, pero divertido. Santiago DC tiene una parte antigua preciosa y llena de cosas que ver.
Nos dirigimos al barco y me alegro, tengo los pies destrozados y ahora mismo incluso ese navío roñoso es un buen sitio para descansar. Aunque no me puedo creer que el capitán se rinda ahora, no me puedo creer que quiera volver a casa así, sin más.
- Capitán, ¿Vamos a irnos sin el tesoro?
- ¿Qué tesoro? ¿Qué dices Luis? Sube al bus, anda.
Y es que se me olvidó decir que en Santiago de Compostela no hay mar."
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6 comentarios:
No tengo palabras...sin duda es fantástico...Dios es perfecto!!!
Tengo que dar mis felicitaciones a mis "camaradas" y a nuestro magnífico "capitán" ((no sabia yo que fuiste pirataaa)) por el magnífico viaje.
P.D: me ha encantado este Post!!
A verdade é que este mariñeiro esmerouse un montón coa súa crónica de navegación. Aínda non comprendo como poido escribir a pesar das ondas tan grandes que padecimos.
Parabéns Capitán por esa magnífica tripulación coa que sen dúbida as singraduras por mares lonxanos estarán cheas de aventuras tan fantásticas como a que acabo de disfrutar.
Apertas dende Fene!!
Toño me confió esta entrada y no quería decepcionarle.
Aunque realmente me esperaba que no le gustase, pensé que el querría algo más "clásico".
El fallo es que cuando me di cuenta de que el blog es en gallego ya estaba demasiado cansado para ponerme a traducir.
Un saludo.
Home, non é por nada, pero alumnos así tiñan que ser meus, non teus... digo eu, non? Parabéns aos dous, capitán patapalo e pirata con futuro.
Se ve atractivo ese viaje descubriendo los tesoros del lugar,claro que no hay porque viajar en una "goleta maloliente" y
mucho menos pasar hambre, siempre podremos hacer un crucero por tierras compostelanas y disfrutar de su excelente gastronomia...
Si bien es cierto que hasta la fecha no ha sido un lugar muy frecuentado por mí, más cierto es que será uno de los que más visitaré en los proximos tiempos...
espero disfrutar también con sus tesoros...me despido, no sin antes confesarme una fiel seguidora de todas vuestras andanzas marineros..
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