RobertGraves, morto en 1985 na localidade mallorquina de Deiá e autor do famosísimo
“Yo, Claudio”, fai en “El conde
Belisaro” un percorrido vital pola figura de Belisario, persoeiro clave para
comprender o século VI, centrándose nos seus aspectos militares. A novela foi escrita en 1938. Case ao final
da novela, e relatado polo criado da muller de Belisario, atopamos a seguinte
descrición de Santa Sofía:
“En
Constaninopla vimos por primera vez la iglesia de Santa Sofía terminada. El
arquitecto era Antemio de Tralles. Justiniano le había dicho:
-No
repares en gastos para hacer de éste el edificio más bello y duradero del
mundo, para gloria del nombre de Dios y del mío.
Antemio
estuvo a la altura de su misión. Es su nombre el que merece la gloria
principal, pues Justiniano no hizo más que aprobar sus planos. Si hay que
honrar algún otro nombre, sean los de Isidoro de Mileto, el asistente de
Antemio, y el de Belisario, cuya victoria sobre los vándalos suministró los
tesoros que costearon la construcción de la catedral y los esclavos necesarios.
La
catedral se destaca entre todos los edificios vecinos, aunque son imponentes.
Por comporar lo grandioso con lo inferior, es como un enorme bique mercante
atracado entre barcazas en el Cuerno. Sus proporciones están tan exquisitamente
calculadas, sin embargo, que no hay nada brutal ni abrumador en su tamaño.
Tiene, por el contarrio, una nobleza grácil, pero seria, que sólo puedo
expresar diciendo: “Si Belisario hubiera sido tan buen arquitecto como soldado,
ésta es la iglesia que habría construido”.
Santa
Sofía tiene más de doscientos pies de ancho, trescientos de largo y ciento
cincuenta de alto. La corona una cúpula enorme; y cuando uno alza los ojos
hacia el cielo raso, que tiene incrustacioness de oro puro por doquier, da la
impresión de que toda la estructura se derrumbará en cualquier movento, pues no
hay vigas ni pilares centrales para sustentarla, sino que cada parte
converge hacia adentro y hacia arriba, hasta el punto central de la cúpula. Los
ciudadanos dicen a los visitantes del campo: “Un demonio, por orden del
Emperador, suspendió la cúpula del cielo mediante una cadena de oro hasta que
erigieron las otras parte para ensamblarlas con ella”. Muchos visitantes toman
esta broma en serio.
Hay
dos pórticos, cada cual con su techo cupular incrustado de oro, uno para los
feligreses de cada sexo. ¿Quién podría describir dignamente la belleza de las
columnas talladas y los mosaicos que adornan el edificio?. El lugar se asemeja
ante todo a un prado primaveral bajo un sol ancho y áureo, con los grandes
pilares de piedra del crucero elevándose del suelo como árboles; muchos colores
diferentes de mármol se han utilizado en las paredes y en el suelo: rojo y verde
y púrpura moteado y trigueño y amarillo cremoso y blanco puro, con la pátina
azul del lapislázuli aquí y allá. Tallados, cincelados y molduras exquisitas
hacen una delicia de cada detalle,y las múltiples ventanas de las paredes y la
cúpula inundan el crucero de luz. Para apreciar este edificio y adorar en él la
Sabiduría a la cual está consagrado, no es preciso ser cristiano ortodoxo; y
está abierto a todas horas, incluso a los fieles más pobres, en tanto no hayan
ofendido las leyes y se comporten decorosamente. Un mendigo puede entrar e
imaginarse Emperador, de pie en medio de tan prídigo esplendor; sólo algunas
partes del edifico le están vedadas, como el santuario que está laminado con
cuarenta mil libras de plata reluciente, y ciertas capillas privadas. En cuanta
a las reliquias de santos y mártires, las hay en profusión, y algunas de las
puertas interiores están hechas de una manera que (dicen) formó parte del arca
de Noé.
Robert
Graves. El conde Belisario. Barcelona, Edhasa, 1982. Páx. 335-336.
Fotos para INICIARTE de Mary Carmen Q., fiel seguidora deste blog.
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