-La altura de la cúpula de Santa
Sofía es de cincuenta y cinco metros con sesenta centímetros –suena de nuevo la
voz del guía-. Su diámetro de norte a sur es algo más corto que el diámetro de
este a oeste. Allí donde se puede apreciar el texto árabe, en torno a los
radios más pequeños, estaba el mosaico del Pantocrátor. El texto árabe, añadido
en el siglo XVIII, corresponde al primer versículo del Corán.
En la gran cúpula central, desde
el punto que señala el guía, los mosaicos se expanden en franjas que terminan
delante de pequeñas ventanas iluminadas por el sol.
(…) Retrocedo desde el pórtico
hasta la puerta imperial, para poder contemplar la iglesia en toda su magnitud.
Es curioso, da la impresión de que Santa Sofía hubiera sido construida de tal
modo que uno siempre tiene que mirar hacia el cielo, nunca hacia los infiernos.
Por más que uno intente fijar la vista en lo bajo y terrenal, ella insiste en
deslizarse hacia lo alto, hacia las columnas, las galerías del gineceo, las
cúpulas y las ventanas que, selectivamente, iluminan el pórtico con algunas
pinceladas de claroscuro. Sin duda, esto tiene que ver con el sobrecogimiento
que produce el templo.
Por otra parte, todo lo hermoso
de la iglesia se encuentra en lo alto y hay que levantar la cabeza para
admirarlo. Busco a alguien que mire hacia abajo o a su alrededor, y no
encuentro a nadie.
(…) –El ala oeste, que conduce al
gineceo y a la sala de consejos del Santo Sínodo, fue construida en el siglo VI
–prosigue la guía.
Subimos un pasillo enlosado, una
rampa en zigzag parecida a un callejón cubierto. En cada recodo, un ventanuco
cuadrado ilumina el pasillo lo necesario para que uno no se rompa la crisma.
(…) En cuanto salimos del pasillo
estrecho y mal iluminado, nos recibe la luz procedente de las amplias ventanas.
Ventanas a la derecha, columnas a la izquierda y, en el centro, un ancho
corredor con suelo de mármol.
-Desde aquí la emperatriz seguía
la santa liturgia. –La guía señala a la izquierda, hacia el punto donde se
erigía el trono de la emperatriz.
Por primera vez miro al revés, de
arriba abajo, y me pregunto si alguna vez se llenaba Santa Sofía. ¿Cuántos
fieles tenían que acudir los domingos y días festivos para que pareciera
decorosamente llena? Salvo que fuera una especie de templo oficial, únicamente
destinado a las ceremonias de los cortesanos y de la jerarquía eclesiástica.
Petros Márkaris. Muerte en Estambul. Tusquets, 2009.
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