No club de lectura deste curso
estamos a traballar con “La joven de la perla” de Tracy Chevalier. Mirade como
describe algún dos cadros deste pintor.
Johannes Vermeer.Vista de Delft. Circa 1658-1660
Óleo sobre lenzo, 98,5 cm x 117,5 cm
“-¿Te acuerdas del cuadro que
vimos en el ayuntamiento hace unos años, el que Van Ruijven expuso después de
comprarlo? Era una vista de Delft desde las puertas de Rotterdam y Schiedam.
Tenía un cielo que ocupaba gran parte del cuadro y unos edificios iluminados
por el sol.
-Sí, uno que tenía arena en la
pintura para que los ladrillos y los tejados parecieran ásperos –añadí-. En el
agua había sombras alargadas, y en la orilla que se veía más cerca, personas
muy pequeñas.
-Ese. –Las cuencas oculares de mi
padre se ensancharon como si tuviera todavía ojos y estuviera mirando el cuadro
otra vez.
Yo lo recordaba bien; recordaba
haber pensado que había estado muchas veces en aquel mismo sitio y nunca había
Delft como lo había hecho el pintor.”
Páx. 16
Johannes Vermeer. La muchacha con collar de perlas. Circa 1664
Óleo sobre lenzo, 55 cm x 45 cm. Staatliche Museen, Berlín.
"Una mujer se hallaba de pie
delante de una mesa, vuelta hacia un espejo de la pared de forma que se la veía
de perfil. Llevaba un manto de exquisito satén amarillo ribeteado con armiño
blanco y una elegante cinta roja con cinco puntas en el pelo. La luz que
entraba por una ventana la iluminaba por la izquierda, derramándose sobre su
rostro y perfilando la delicada curva de su frente y su nariz. Se estaba
colocando un collar de perlas alrededor
del cuello, sujetando las cintas en alto, con las manos suspendidas en el aire.
Fascinada con su reflejo, la mujer no parecía consciente de que alguien la estuviera
mirando. Detrás de ella, en una resplandeciente pared blanca, había un antiguo
mapa, y en oscuro primer plano, la mesa con la carta, la brocha y el reto de
las cosas cuyo polvo yo había limpiado.
(…) Entonces vi una diferencia.
Contuve la respiración.
-¿Qué pasa, muchacha?
-En el cuadro, la silla que está
al lado de la mujer no tiene ninguna cabeza de león –dije.
-No. En esa silla antes había un
laúd. Él hace muchos cambios. No se limita a pintar lo que ve, sino lo que
puede lucir bien. Dime, muchacha, ¿crees que este cuadro está acabado?
La miré fijamente. Debería ser
una pregunta con trampa, pero no me imaginaba ningún cambio que pudiera mejorar
el cuadro.
-¿No lo está?-dije titubeando.
María Thins resopló.
-Lleva tres meses trabajando en
él. Y calculo que seguirá haciéndolo dos más. Cambiará cosas…
Pág. 47-49
(...)Al día siguiente fui al estudio y
la caja había desaparecido. El caballete volvía a estar en su sitio. Eché un
vistazo al cuadro. Anteriormente solo había advertido pequeños cambios en él.
Ahora había uno fácilmente visible: el mapa que colgaba en la pared detrás de
la mujer había sido retirado tanto del cuadro como de la propia escena. La
pared estaba ahora desnuda. El cuadro ganaba sin él: era más sobrio, y el
contorno de la mujer se veía ahora más claramente contra el fondo blanco
pardusco de la pared. Pero el cambio me trastornó por lo repentino que
resultaba. No me lo habría espera de él."
Páx. 75
Johannes Vermeer. A Leiteira 1660-61
Óleo sobre lenzo, 44.5 cm x 41 cm Risjksmuseum, Amsterdam
"-El amo me pintó una vez, ¿sabes? Me pintó echando leche. Todo el mundo dijo que era su mejor cuadro.“Cuando Tanneke se enderezó, tenía una toca en la mano y dijo:
-Me gustaría verlo –respondí-. ¿Todavía
está aquí?
-Oh, no, lo compró Van Ruijven."
Pax. 50
"-La hija del panadero está de pie
en un rincón iluminado al lado de una ventana –empecé a decir pacientemente-.
Está de cara a nosotros, pero mira a la ventana, a su derecha. Lleva un corpiño
y una cofia blanca que se le cae en dos puntas por debajo de la barbilla.
-¿Cómo la llevas tú? –preguntó mi
padre. Nunca me había preguntado aquello, aunque le había descrito la cofia de
la misma forma cada vez.
-Sí, como la mía. Cuando miras la
cofia bastante rato –añadí apresuradamente- te das cuenta de que no la ha
pintado blanca, sino azul, violeta y amarilla.
-Pero has dicho que es una cofia
blanca.
-Sí, eso es lo extraño. Está
pintada de muchos colores, pero cuando la miras crees que es blanca.
-Pintar azulejos es mucho más
sencillo –gruñó mi padre-. Usas el color azul y ya está. El azul marino para
los contornos y el azul claro para las sombras. El azul es el azul.
Y un azulejo es un azulejo,
pensé, y no tiene nada que ver con sus cuadros. Quería que entendiera que el
blanco no era simplemente blanco. Era una lección que me había enseñado mi amo.
-¿Qué está haciendo ella?
Preguntó mi padre al cabo de un rato.
-Tiene una mano en una jarra de
peldre colocada en una mesa y otra en una ventana medio abierta. Está a punto
de levantar la jarra y echar el agua por la ventana, pero se ha quedado parada
y o está soñando despierta o está mirando algo en la calle."
Pág. 108
Johannes Vermeer. A alcahueta, 1656
Óelo sobre lenzo, 143 cm x 130 cm. Gemäldegalerie Alte meister, Dresde
"Me senté en la silla que había al
lado del clavecín. No lo toqué; nunca había tocado un instrumento salvo para
limpiarlo. Mientras esperaba examiné los
cuadros que él había colgado en la pared de atrás y que formarían parte del caudro
del concierto. A la izquierda había un paisaje, y a la derecha, un cuadro de
tres personas: una mujer con un vestido que dejaba a la vista gran parte de su
pecho tocando el laúd, un caballero que la rodeaba con el brazo y una anciana.
El hombre estaba comprando los favores de la mujer, y la anciana tenía la mano
extendida para recibir la moneda que él le entregaba. María Thins era la dueña
del cuadro y me había dicho que se titulaba La
alcahueta."
Páx. 194
Johannes Vermmer. O concerto. 1664
Óleo sobre lenzo, 72,5 cm x 64,7 cm. Isabella Stewart Gardner Museum, Robbery
"En lugar de ello, para que mi
padre se olvidara del olor, describí el otro cuadro en el que estaba trabajando
mi amo.
-Una joven está sentada detrás del clavecín, tocando.
Lleva puesto un corpiño amarillo y negro (el mismo que llevaba la hija del
panadero en su cuadro), una falda de satén blanca y unas cintas blancas en el
pelo. De pie, junto a la curva del clavecín, hay otra mujer cantando con una
partitura en la mano. Lleva puesta una túnica verde con ribete de piel y un
vestido azul. En medio de las dos mujeres hay un hombre sentado de espaldas a
nosotros…"
Páx. 200
Tracy Chevalier. La joven de la
perla. Barcelona, DeBolsillo, 2007.
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