3/3/14

Vermeer e "La joven de la perla"

No club de lectura deste curso estamos a traballar con “La joven de la perla” de Tracy Chevalier. Mirade como describe algún dos cadros deste pintor.


 Johannes Vermeer.Vista de Delft. Circa 1658-1660 

Óleo sobre lenzo, 98,5 cm x 117,5 cm

“-¿Te acuerdas del cuadro que vimos en el ayuntamiento hace unos años, el que Van Ruijven expuso después de comprarlo? Era una vista de Delft desde las puertas de Rotterdam y Schiedam. Tenía un cielo que ocupaba gran parte del cuadro y unos edificios iluminados por el sol.
-Sí, uno que tenía arena en la pintura para que los ladrillos y los tejados parecieran ásperos –añadí-. En el agua había sombras alargadas, y en la orilla que se veía más cerca, personas muy pequeñas.
-Ese. –Las cuencas oculares de mi padre se ensancharon como si tuviera todavía ojos y estuviera mirando el cuadro otra vez.
Yo lo recordaba bien; recordaba haber pensado que había estado muchas veces en aquel mismo sitio y nunca había Delft como lo había hecho el pintor.”
Páx. 16

Johannes Vermeer. La muchacha con collar de perlas. Circa 1664
Óleo sobre lenzo, 55 cm x 45 cm. Staatliche Museen, Berlín.


"Una mujer se hallaba de pie delante de una mesa, vuelta hacia un espejo de la pared de forma que se la veía de perfil. Llevaba un manto de exquisito satén amarillo ribeteado con armiño blanco y una elegante cinta roja con cinco puntas en el pelo. La luz que entraba por una ventana la iluminaba por la izquierda, derramándose sobre su rostro y perfilando la delicada curva de su frente y su nariz. Se estaba colocando un collar  de perlas alrededor del cuello, sujetando las cintas en alto, con las manos suspendidas en el aire. Fascinada con su reflejo, la mujer no parecía consciente de que alguien la estuviera mirando. Detrás de ella, en una resplandeciente pared blanca, había un antiguo mapa, y en oscuro primer plano, la mesa con la carta, la brocha y el reto de las cosas cuyo polvo yo había limpiado.
(…) Entonces vi una diferencia. Contuve la respiración.
-¿Qué pasa, muchacha?
-En el cuadro, la silla que está al lado de la mujer no tiene ninguna cabeza de león –dije.
-No. En esa silla antes había un laúd. Él hace muchos cambios. No se limita a pintar lo que ve, sino lo que puede lucir bien. Dime, muchacha, ¿crees que este cuadro está acabado?
La miré fijamente. Debería ser una pregunta con trampa, pero no me imaginaba ningún cambio que pudiera mejorar el cuadro.
-¿No lo está?-dije titubeando.
María Thins resopló.
-Lleva tres meses trabajando en él. Y calculo que seguirá haciéndolo dos más. Cambiará cosas…
Pág. 47-49

(...)Al día siguiente fui al estudio y la caja había desaparecido. El caballete volvía a estar en su sitio. Eché un vistazo al cuadro. Anteriormente solo había advertido pequeños cambios en él. Ahora había uno fácilmente visible: el mapa que colgaba en la pared detrás de la mujer había sido retirado tanto del cuadro como de la propia escena. La pared estaba ahora desnuda. El cuadro ganaba sin él: era más sobrio, y el contorno de la mujer se veía ahora más claramente contra el fondo blanco pardusco de la pared. Pero el cambio me trastornó por lo repentino que resultaba. No me lo habría espera de él."
Páx. 75

Johannes Vermeer. A Leiteira 1660-61
Óleo sobre lenzo, 44.5 cm x 41 cm Risjksmuseum, Amsterdam


"-El amo me pintó una vez, ¿sabes? Me pintó echando leche. Todo el mundo dijo que era su mejor cuadro.“Cuando Tanneke se enderezó, tenía una toca en la mano y dijo:
-Me gustaría verlo –respondí-. ¿Todavía está aquí?
-Oh, no, lo compró Van Ruijven."
Pax. 50

 Johannes Vermeer. Muller con xarra de auga. 1664-1665
Óleo sobre lenzo, 46 cm x 42 cm. Metropolitan Museum of Art, Nova Iorque

"-La hija del panadero está de pie en un rincón iluminado al lado de una ventana –empecé a decir pacientemente-. Está de cara a nosotros, pero mira a la ventana, a su derecha. Lleva un corpiño y una cofia blanca que se le cae en dos puntas por debajo de la barbilla.
-¿Cómo la llevas tú? –preguntó mi padre. Nunca me había preguntado aquello, aunque le había descrito la cofia de la misma forma cada vez.
-Sí, como la mía. Cuando miras la cofia bastante rato –añadí apresuradamente- te das cuenta de que no la ha pintado blanca, sino azul, violeta y amarilla.
-Pero has dicho que es una cofia blanca.
-Sí, eso es lo extraño. Está pintada de muchos colores, pero cuando la miras crees que es blanca.
-Pintar azulejos es mucho más sencillo –gruñó mi padre-. Usas el color azul y ya está. El azul marino para los contornos y el azul claro para las sombras. El azul es el azul.
Y un azulejo es un azulejo, pensé, y no tiene nada que ver con sus cuadros. Quería que entendiera que el blanco no era simplemente blanco. Era una lección que me había enseñado mi amo.
-¿Qué está haciendo ella? Preguntó mi padre al cabo de un rato.
-Tiene una mano en una jarra de peldre colocada en una mesa y otra en una ventana medio abierta. Está a punto de levantar la jarra y echar el agua por la ventana, pero se ha quedado parada y o está soñando despierta o está mirando algo en la calle."
Pág. 108

Johannes Vermeer. A alcahueta, 1656
Óelo sobre lenzo, 143 cm x 130 cm. Gemäldegalerie Alte meister, Dresde


"Me senté en la silla que había al lado del clavecín. No lo toqué; nunca había tocado un instrumento salvo para limpiarlo. Mientras esperaba  examiné los cuadros que él había colgado en la pared de atrás y que formarían parte del caudro del concierto. A la izquierda había un paisaje, y a la derecha, un cuadro de tres personas: una mujer con un vestido que dejaba a la vista gran parte de su pecho tocando el laúd, un caballero que la rodeaba con el brazo y una anciana. El hombre estaba comprando los favores de la mujer, y la anciana tenía la mano extendida para recibir la moneda que él le entregaba. María Thins era la dueña del cuadro y me había dicho que se titulaba La alcahueta."
Páx. 194

Johannes Vermmer. O concerto. 1664
Óleo sobre lenzo, 72,5 cm x 64,7 cm. Isabella Stewart Gardner Museum, Robbery

"En lugar de ello, para que mi padre se olvidara del olor, describí el otro cuadro en el que estaba trabajando mi amo.
-Una joven  está sentada detrás del clavecín, tocando. Lleva puesto un corpiño amarillo y negro (el mismo que llevaba la hija del panadero en su cuadro), una falda de satén blanca y unas cintas blancas en el pelo. De pie, junto a la curva del clavecín, hay otra mujer cantando con una partitura en la mano. Lleva puesta una túnica verde con ribete de piel y un vestido azul. En medio de las dos mujeres hay un hombre sentado de espaldas a nosotros…"
Páx. 200


Tracy Chevalier. La joven de la perla. Barcelona, DeBolsillo, 2007.

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