"(…) El Partenón es una obra no arquitectónica, pero no por eso deja de ser una obra maestra del arte, y tratándose de la historia de la escultura, podemos afirmar que a quien no le gusta el Partenón, no tiene sensibilidad estética. Si, al pasar a la arquitectura romana, observamos muchas reconstrucciones de monumentos del Imperio e imaginamos el espacio y el gusto de los Foros en su estado primitivo, podemos llegar a la conclusión de que muchos edificios romanos no eran obras de arte, pero nunca podremos afirmar que no eran arquitectura. El espacio interno está presente en manera grandiosa, y si bien los romanos no tenían el refinamiento sensible de los escultores-arquitectos griegos, poseían, por el contrario, el genio de los constructores-arquitectos, que en el fondo es el genio de la arquitectura. Aun cuando no sabían prolongar en la plástica los temas espaciales y volumétricos, tenían, sin embargo, la inspiración alta y valiente para estos temas, que en el fondo es la inspiración de la arquitectura. (...)
La pluriformidad del programa edilicio romano que se opone netamente al tema unívoco de la arquitectura griega, su escala monumental, la nueva técnica constructiva de arcos y bóvedas que reduce las columnas y arquitrabes a motivos decorativos, el sentido de los grandes volúmenes en los aljibes, en los túmulos, en los acueductos y en los arcos, las poderosas concepciones espaciales de las basílicas y de las termas, una conciencia altamente escenográfica, una fecundidad de invención que hace de la arquitectura romana, desde elTabularium al Palacio de Diocleciano en Spalato, una enciclopedia morfológica de la arquitectura, la maduración de los temas sociales como el palacio y la casa; ... todas estas contribuciones están ausentes de la edificación griega, afloran parcialmente en el helenismo y constituyen la gloria incontestable de Roma. Nuevos e inmensos horizontes arquitectónicos conquistados al precio de la renuncia a la pureza y al estilo de la plástica helénica.
Sería fácil confrontar y oponer una de las termas romanas a un templo griego y demostrar la total diversidad de su planteo arquitectónico, que en el segundo caso no determina por completo un espacio cerrado sino que simplemente lo cubre. Pero también en los monumentos en que los romanos no explotan su capacidad de abovedar interiores, también en los templos y en las basílicas en los que se sirvieron del sistema de soporte y trabazón aplicado en Grecia, es clara la antítesis. Si se compara una planta del templo griego y otra de una basílica romana, ¿qué se encuentra? fundamentalmente, los romanos han tomado las columnatas que ciñen el templo griego y las han trasladado al interior. La civilización griega conoció pocas columnatas interiores pero allí donde existen responden a la necesidad constructiva de sostener las vigas de la cubierta, no a una concepción interior del espacio. En Roma, al lado de la necesidad técnica hecha más precisa por la escala monumental de la edificación del Imperio, aparece el tema social de la basílica, donde los hombres viven y obran según una filosofía y una cultura que rompen la contemplación abstracta y el perfecto equilibrio del ideal griego, enriqueciéndose psicológicamente, haciéndose más instrumentales y más plegadas a símbolos retóricos de grandeza. Trasladar las columnatas griegas al interior significa deambular en el espacio cerrado y hacer converger toda la decoración plástica a la potenciación de este espacio.
(…) Que exista el arco en Egipto y la bóveda en Oriente antes que en Roma, puede ser interesante filológicamente, pero desde el punto de vista de la historia de la arquitectura nada descuenta a la contribución romana que empleó aquellos elementos para concepciones espaciales para una escala, intento y significación del todo diferentes (...)
El carácter fundamental del espacio romano es estar pensado estáticamente. En los interiores de planta circular y rectangular imperan la simetría, la autonomía absoluta respecto a los interiores antiguos subrayada por la gruesa mampostería que los separa, y una grandiosidad doblemente axil, de escala inhumana y monumental, substancialmente satisfecha en sí misma e independiente del observador. (...)
Fundamentalmente la edilicia oficial romana expresa una afirmación de autoridad, constituye el símbolo que domina a la multitud de los ciudadanos y que hace presente el Imperio, potencia y razón de toda la vida. La escala de la edilicia romana es la escala de este mito, de esta realidad, no es ni quiere ser la escala del hombre."
Bruno ZEVI. Saber ver la arquitectura. Ediciones Apótrofe. Barcelona. 1998, páxs. 57 - 61.
Fotos: Iniciarte.
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