6/11/15

Santa Sofía de Constantinopla e o inspector Kostas Jaritos


-La altura de la cúpula de Santa Sofía es de cincuenta y cinco metros con sesenta centímetros –suena de nuevo la voz del guía-. Su diámetro de norte a sur es algo más corto que el diámetro de este a oeste. Allí donde se puede apreciar el texto árabe, en torno a los radios más pequeños, estaba el mosaico del Pantocrátor. El texto árabe, añadido en el siglo XVIII, corresponde al primer versículo del Corán.

En la gran cúpula central, desde el punto que señala el guía, los mosaicos se expanden en franjas que terminan delante de pequeñas ventanas iluminadas por el sol.

(…) Retrocedo desde el pórtico hasta la puerta imperial, para poder contemplar la iglesia en toda su magnitud. Es curioso, da la impresión de que Santa Sofía hubiera sido construida de tal modo que uno siempre tiene que mirar hacia el cielo, nunca hacia los infiernos. Por más que uno intente fijar la vista en lo bajo y terrenal, ella insiste en deslizarse hacia lo alto, hacia las columnas, las galerías del gineceo, las cúpulas y las ventanas que, selectivamente, iluminan el pórtico con algunas pinceladas de claroscuro. Sin duda, esto tiene que ver con el sobrecogimiento que produce el templo.

Por otra parte, todo lo hermoso de la iglesia se encuentra en lo alto y hay que levantar la cabeza para admirarlo. Busco a alguien que mire hacia abajo o a su alrededor, y no encuentro a nadie.

(…) –El ala oeste, que conduce al gineceo y a la sala de consejos del Santo Sínodo, fue construida en el siglo VI –prosigue la guía.

Subimos un pasillo enlosado, una rampa en zigzag parecida a un callejón cubierto. En cada recodo, un ventanuco cuadrado ilumina el pasillo lo necesario para que uno no se rompa la crisma.

(…) En cuanto salimos del pasillo estrecho y mal iluminado, nos recibe la luz procedente de las amplias ventanas. Ventanas a la derecha, columnas a la izquierda y, en el centro, un ancho corredor con suelo de mármol.

-Desde aquí la emperatriz seguía la santa liturgia. –La guía señala a la izquierda, hacia el punto donde se erigía el trono de la emperatriz.

Por primera vez miro al revés, de arriba abajo, y me pregunto si alguna vez se llenaba Santa Sofía. ¿Cuántos fieles tenían que acudir los domingos y días festivos para que pareciera decorosamente llena? Salvo que fuera una especie de templo oficial, únicamente destinado a las ceremonias de los cortesanos y de la jerarquía eclesiástica.


Petros Márkaris. Muerte en Estambul. Tusquets, 2009.

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